El puente de la bahía de Sydney: Una obra para salvar tiempos turbulentos Parte 2

En segundo lugar, después del gigantesco arco, los elementos visuales más sobresalientes del puente de la bahía de Sydney son las dos parejas de torres de 89 metros de altura, hechas de concreto y recubiertas con lajas de granito, que se alzan en los dos extremos del mismo. Los contrafuertes que forman la base de dichas torres tienen la importantísima función de soportar el peso del arco y mantener firmemente en su lugar al tablero; sin embargo, las torres mismas no cumplen con ningún fin estructural. Su función es hoy en día más que nada estética, pero en su momento también sirvieron a un propósito económico: a pesar de que su construcción elevaría mucho el costo de la obra, tanto Bradford como el primer ministro Lang insistieron en que se llevaran a cabo. La razón era muy sencilla: eso significaría más empleos. Alrededor de 250 mamposteros australianos, escoceses y hasta italianos, junto con sus familias, fueron enviados a la región de Moruya, a 300 kilómetros de Sydney, para extraer y cortar los 18,000 metros cúbicos de granito necesarios.

Por otra parte, todo el concreto requerido para los contrafuertes y las torres fue producido en Australia, lo cual ayudó a equilibrar un poco la fuga de divisas causada por la compra del hierro de la estructura, 80% importado de Inglaterra. Si bien la longitud del Puente sigue causando admiración —en la actualidad ostenta el quinto puesto en su categoría—, su característica más sobresaliente es la anchura de 49 metros de su tablero, un récord mundial todavía no sobrepasado.

Actualmente, bajo el majestuoso arco corren una autopista de ocho carriles, dos vías de tren, una ciclopista y una avenida para peatones pero el tránsito ecuestre ya no está permitido. Colorido final la política, que tanto influyó en todas las fases de la construcción del puente de la bahía de Sydney, volvió a “dar la nota” el día de su estreno oficial, el 19 de marzo de 1932, cuando Francis de Groot, de profesión mueblero y miembro de la organización derechista la Nueva Guardia, se le adelantó a Lang —político laborista— y cortó de un sablazo el listón inaugural. Vestido con su antiguo uniforme de húsar, nadie se había percatado que el señor se había “colado”, con todo y caballo, en la comitiva. De Groot fue prontamente desmontado y retirado de escena. Alguien volvió a unir la cinta con un nudo y el primer ministro pudo, finalmente, concluir la ceremonia acompañado de un sonriente Bradford.