El Cristo del Corcovado: El divino guardia de Río de Janeiro Parte 2

La construcción de la gigantesca estatua se financió mediante la que se llamó la Semana del Monumento, que fue una suerte de colecta a lo largo y ancho de Brasil para recabar los fondos necesarios. Para los turistas y curiosos que gustan de subir al cerro para ver de cerca la imponente estatua, amén del impresionante panorama de la ciudad, la laguna Rodrigo de Freitas y el mar, disfrutan también de la emoción de subir a la cima, a 700 metros, por un camino que ha sido llamado “tirabuzón” a través de lo que hoy en día es el Parque Nacional de Tijuca.

Si actualmente ofrece dificultades, ¿qué no habrá sido en 1922, cuando comenzó la construcción? Fue el último emperador de Brasil, Don Pedro II, el que ayudó a resolver la dificultad unos sesenta años antes, amén de haber sido también quien proporcionó a la región el propio Parque Nacional, ya que se dice que fue el mismo emperador, junto con un grupo de seis esclavos, quien se encargó de reforestar el cerro, ya completamente erosionado, víctima de la sobreexplotación cafetalera.

Este emperador fue quien inició los trabajos en 1859 del tren eléctrico que da servicio hasta nuestros días, con el cual fue posible el traslado de las piezas de la estatua hasta la cima del cerro, donde serían ensambladas y colocadas en su sitio definitivo. Como es lógico suponer de una estatua de 38 metros de altura y 1,200 toneladas de peso, el Cristo del Corcovado ostenta la marca de ser la imagen de Cristo más grande del mundo, con una altura de 30.1 m y un pedestal de 8 m., su construcción, que se extendió de 1922 a 1931, no registró un solo accidente fatal, dada la altura del cerro, que son 700 metros, más la propia altura de la estatua y tomando en cuenta que ambos brazos se extienden al vacío 28 metros, tomando en cuenta el ancho del pecho, no es poca cosa.

Finalmente cuando se inauguró el 12 de octubre de 1931, se contaba con que Guglielmo Marconi, el ganador del Nobel en 1909 por su contribución a la telegrafía sin hilos, operara desde Roma a 9,200 kilómetros de distancia un sistema que debía de iluminar la estatua; desafortunadamente las condiciones climáticas afectaron la señal y tuvo que ser iluminada por operarios in situ, lo cual no disminuyó en absoluto el fasto de la ceremonia, presidida por el entonces mandatario devenido en dictador Getulio Vargas.

En el 2003 como parte de una serie de trabajos de mantenimiento, se instalaron escaleras eléctricas con capacidad para transportar a nueve mil personas por hora, así como tres elevadores panorámicos que transportan a 14 personas por viaje. En el año de 2006, para festejar el “cumpleaños” número 75 del Cristo, se consagró una capilla dedicada a la santa patrona del Brasil: Nuestra Señora Aparecida. La capilla tiene una capacidad para 150 fieles que podrán asistir a bodas o bautizos. Al año siguiente, el 7 de julio, el Cristo Redentor fue nombrado una de las 7 Nuevas Maravillas del Mundo, en un “concurso” celebrado a nivel mundial auspiciado por The New Open World Corporation de Suiza.

La fe, que fue la que financió casi en su totalidad la construcción del Cristo-ya que se dice que el cuarto de millón de dólares que costó su edificación (unos tres millones de dólares al cambio actual) salió de los bolsillos de los fieles brasileños-, le ha atribuido al monumento la ejecución de milagros, como por ejemplo, en febrero del 2008, cuando una violenta tormenta eléctrica azotó Río provocando un incendio en Tijuca, un rayo cayó de lleno sobre el Cristo; a pesar de esto, no sufrió mayores daños. Milagrosa o no, la imponente estatua del Cristo Redentor se levanta, dicen algunos, como símbolo de la fe y del amor de Cristo, que a todos abre sus brazos. Otros afirman que es un resumen del carácter brasileño, que recibe con los brazos abiertos y un gesto de perpetua bienvenida a todos los que llegan a la colorida ciudad de Río de Janeiro.