Leslie E. Robertson



El nombre de Leslie Earl Robertson cobró especial relevancia en 2001 tras el atentado sufrido por el complejo del World Trade Center —Nueva York—, mejor conocido como las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de ese año, al haber sido el ingeniero que proyectó y calculó dichas torres. No obstante, es mucho menos conocido por sus logros fuera de los Estados Unidos. Nacido en el sur de California el 12 de febrero de 1928, no parecía que el chico estuviera destinado a recibir una educación superior. A los dieciséis años dejó la preparatoria para alistarse en la Marina de Estados Unidos, donde sirvió como ayudante de técnico en electrónica durante la Segunda Guerra Mundial.

Al término de la guerra, y gracias al G. I. Bill —programa de ayudas otorgadas a veteranos por el gobierno estadounidense—, Robertson ingresó a la universidad de Berkeley. Sin esa ayuda, él mismo admite que no le hubiera sido posible acceder a una educación universitaria. En Berkeley estudió matemáticas, ingeniería eléctrica e ingeniería civil y se graduó en 1952, a los veinticuatro años de edad. Su primer trabajo, después de graduarse, fue como matemático, donde aplicó sus conocimientos a la resolución de problemas de ingeniería civil, tales como la distribución de corriente y los cableados eléctricos, apoyándose, como siempre, en sus conocimientos matemáticos.

Esta experiencia le dio confianza para comenzar a resolver problemas de estructuras, comenzando por laws cargas dinámicas para terminar en el diseño de torres. En 1958, después de mudarse a Seattle, vio su primera gran oportunidad: el proyecto del Pabellón Federal de la Ciencia que sería montado en la Feria Mundial de Seattle, donde trabajó con el arquitecto Minoru Yamasaki. Debido al éxito del proyecto, Robertson fue incorporado como socio de la empresa Worthington Skilling, que a partir de 1963 se llamó Skilling Helle Christiansen Robertson —SHCR—. En ese mismo año, la empresa abrió una oficina en Nueva York para empezar un colosal proyecto, junto con Yamasaki: el World Trade Center.

Robertson se hizo cargo de la oficina neoyorkina y del proyecto, consistente en dos torres, una dwwe 417 metros de alto y la otra de 415. En 1982 la empresa se escindió, y la oficina dirigida por Robertson recibió el nombre de Leslie E. Robertson Associates, mismo que ostenta hasta el día de hoy. La compañía atiende clientes tanto locales como extranjeros, con proyectos que van desde lo más simple hasta lo monumental, si bien sus altísimos edificios y sus futuristas estructuras se han convertido en la marca de fábrica de la compañía.

Uno de los edificios más celebrados, realizados por la compañía de Robertson, es la Torre del Banco de China, en Hong Kong, construida a finales de la década de 1980. En su momento, esta estructura, de 369 metros de altura, fue considerada como el edificio más alto fuera de los Estados Unidos. Aparte del Banco de China y el World Trade Center, Robertson cuenta en su portafolio con otras construcciones no menos impresionantes, como el Centro Financiero Mundial de Shanghai — China—, el edificio de la IBM en Pittsburgh —Pennsylvania—, el Meyerson Symphony Center en Dallas —Texas— y el Miho Museum Bridge de Shigaraki —Japón—.

Además de su labor como ingeniero estructural, Robertson ha dictado conferencias en todo el mundo y forma parte de la plantilla de profesores de la Universidad de Princeton, donde imparte clases a nivel licenciatura y posgrado en la asignatura de diseño de estructuras a gran escala. Ha escrito más de trescientos artículos sobre ingeniería estructural, de terremotos y de vientos. Es miembro de incontables asociaciones y colegios de ingenieros civiles en todo el mundo, además de ser miembro de una organización que busca informar a la gente acerca de los peligros de la guerra nuclear.

Cuando no está dando clases, proyectando una nueva estructura o dictando conferencias —“tengo ocupadas 240 horas a la semana”, dice—, a Robertson le encanta escuchar a Brahms, y entre los hobbies que ha practicado a lo largo de su vida se encuentran el esquí, el surf, el alpinismo y las carreras de autos. Robertson es un convencido de la importancia de la ingeniería estructural como profesión.

Para él, no hay otra actividad que brinde las satisfacciones, a todos los niveles, que ésta da: “¿En qué otras empresas se puede uno regodear en la felicidad que proporciona ver el esfuerzo de uno convertirse en una obra de arte?” Esto, y la satisfacción que brinda pensar que se puede convertir al mundo en un lugar mejor, con sistemas de ingeniería eficientes pero, sobre todo, creativos.